Los que saben

Llegó el lunes y llegó el momento.

Esta vez, no fue el olor del café dominguero el que despertó a Camila. Fue la emoción y eso que todavía faltaba un día para el lunes.
Camila se levantó de su cama, fue a su closet y sacó sus dos blusas favoritas. La blanca que usa en ocasiones especiales, la preparó y la dejó lista para el día siguiente. La rosa que le regaló su abuela, la portó con gran orgullo y entusiasmo.
Bajó a desayunar y se alegró de tener las energías suficientes para no tener que tomar café; nunca le terminó de gustar . Aunque ella sabía que llegaría el día en el que lo tomaría todas las mañanas, porque eso es lo que hacen los adultos con trabajos importantes. Pero, por ahora, nada le da más energía que el anhelo de mañana.
Ese lunes no sería el inicio de una semana más, sino el inicio de su nueva vida; daría un gran paso hacia tomar café todas las mañanas.
Durante el desayuno, Camila intentó hacerle plática a Rodrigo, quien estaba leyendo el periódico mientras tomaba su café. Ella quería aprender de Rodrigo, quería saber lo que él sabía y quería hacer lo que él hacía, para algún día llegar a ser tan grande como él. Rodrigo quería lo mejor para ella pero no siempre se daba el tiempo de orientarla y atender todas sus dudas; era un hombre reservado, sofisticado y muy ocupado. Todas las mañanas, de lunes a viernes, Camila y Rodrigo salían juntos de la casa pero él regresaba del trabajo horas después que ella y cuando volvía no tenía la energía ni la paciencia suficiente para responder todas las preguntas de Camila. Esta vez fue similar, Rodrigo le contestó sin prestarle mucha atención, se notaba que estaba más interesado en lo que decía el periódico que en lo que decía ella. El resto del desayuno transcurrió en silencio, Camila intentó leer el reverso del periódico que Rodrigo sostenía pero las letras eran muy pequeñas y le costaba trabajo leerlas. Al poco tiempo, las contadas palabras que pudo descifrar la llevaron a fantasear y a crear mundos en su mente, mucho más optimistas que el descrito en aquel periódico.
Por la tarde, Camila estaba emocionada parair a la comida de las amigas de Carlota, su mamá. Pero al estar ahí, se sentía fuera de lugar, no le daban importancia a las cosas que decía, la veían hacia abajo. Eventualmente dejó de ponerles atención y se perdió en sus ideas hasta que fue abruptamente interrumpida por felicitaciones y halagos. Carlota le había contado a sus amigas la buena noticia del porvenir de Camila. Por primera vez, Camila se sintió importante entre las amigas de Carlota. Las señoras la interrogaron y cuestionaron su serenidad. Más de una vez le preguntaron si no estaba nerviosa. No lo estaba; hasta que empezó a darle vueltas a la situación. El resto de la comida se la pasó creando escenarios e imaginando posibilidades. Hasta llegar a preocuparse por dar ese gran paso.

Una vez de vuelta a casa, Camila rondó de un lado a otro. Luego de un tiempo, se sentó a dibujar. Cuando Camila dibuja, no hay quien le diga qué hacer; pero aún más importante, no hay quien le diga qué no hacer. Al dibujar, es libre de darle vida a las locuras que imagina. Es de los pocos momentos en los que puede hacer lo que quiera como quiera, sin que nadie la regañe, le ponga límites o le diga que no puede. Al terminar de dibujar, Camila recuperó su entusiasmo por el lunes; estaba lista para todos los días tener esa libertad que siente al dibujar.

Llegó el lunes y llegó el momento. Rodrigo acompañó a Camila hasta la entrada, tomó su mano, se hincó sobre el césped húmedo por el rocío mañanero, le dio un beso en la frente y le dijo que disfrutara mucho su primer día en primaria. Ella lo abrazó, se dio la vuelta y se fue saltando por el pasillo de la escuela, con su enorme mochila rebotando de un lado a otro.

Para sorpresa de Camila, la primaria no fue la liberación que ella esperaba. Incluso empeoró su situación. Hubo más reglas que seguir, más órdenes que obedecer y más imposiciones que aceptar. Más prohibiciones que privilegios.

Camila ansía ser libre. No aguanta las ganas de tener uno de esos trabajos que tienen los adultos, aunque tenga que tomar café todas las mañanas.